martes, 27 de diciembre de 2011

Café de Narrativa


El día 21 de diciembre mis compañeros/as del Taller de Narrativa quedamos para continuar con nuestros encuentros literarios en la cafetería la Antigua. Para la ocasión les mandé deberes, debíamos explicar por qué escribiamos. Esta es mi aportación en video que mi amiga-paisana Ana la chica del Blog de Certificado de Existencia me ha hecho.

También tenemos un blog colectivo que se llama 'Lo que pienso lo escribo'

Aprovecharé este momento y escribiré en ambos blogs mi pequeña aportación al encuentro. Aquí porque no sé sí lo escucharéis bien, por el ruido de fondo y todo eso.







POR QUÉ ESCRIBO

No sé como ocurrió esta aventura de escribir, sé que antes de que las palabras se sujetasen mi caligrafía en el papel, las palabras viajaron a modo de cuentos a través de la voz de mi abuelo hasta mis oídos. Cuentos con los que imaginaba un mundo de fantasía y que quedaron en mi interior como una semilla que germina igual a una planta. Pero hasta que no aprendí a leer y a escribir, no pude materializar mis sueños. Recuerdo que siempre atesoraba un cuaderno y un lápiz entre las manos, y con aquellos objetos me sentía protegida, tanto que, a cualquier contratiempo que sucediera los aprisionaba contra mi pecho. Aquellos cuadernos que confeccionaba con papel de estraza y grapadora, me permitieron dibujar princesas sin diadema y contar historias que me quitaban la angustia.

Con los años y el acné sobre mi cara, cambié las princesas por historias de amor, y los cuentos, por versos tristes que enraizaba en interminables libretas de cuadritos. Emborronaba con tinta de bolígrafo el desengaño, el desamor y todos los sentimientos que por entonces afloraban en mi habitación. Mi cuarto, en muchas ocasiones se convirtió en celda de castigo y, fue allí donde las palabras se bañaban con mis lágrimas, pero también allí afilaba mi lápiz y ensartaba el miedo para que las palabras brotaran de mi boca.

Hubo una época en la que me aferré a las palabras como el único puerto de un barco que hacía aguas, e incluso a punto de irse a la deriva. Fueron noches de insomnio, las cuales el sueño no se dejaba querer, y las busqué a conciencia para trazarme un camino. Otras veces eran ellas las que reclamaban mi atención; las presentía dentro y deseaban salir en forma de versos o frases sueltas que más tarde formarían cadenas de palabras junto a mis folios.

Con el tiempo, mi necesidad de escribir se debía a querer reconciliarme con mi vida; igual mi vida estaba llena de historias que pasaron muy deprisa por mi lado y casi sin darme cuenta deseaba volver a recordarlas y que las palabras me dijeran como fue. Las historias eran piezas de un puzle que no acertaba a encajar, de alguna manera, escribirlas le daban forma, la forma para entender cómo sucedieron algunas acciones que andaban inconexas e incompresibles en mi memoria.

Después de mantener una relación de amor y odio con las palabras, ahora sostenemos una relación íntima, ellas me dejan transmitir mis sentimientos y emociones, y yo las ayudo a imaginar o a soñar por otras sendas de la vida.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Postal de Navidad

Fotografía: E. Fernández


En cualquier esquina puede aparecer la luz,
aquella que envuelve para iluminarnos el camino,
aquella que nos ayuda a ver los árboles y el bosque,
aquella que nos produce el calor necesario
para no sentir soledad en el corazón,
aquella luz imprescindible para mirarnos mejor unos a otros,
aquella que surge cuando todo está oscuro y aparece
como un amanecer en la vida,
aquella luz que por muy pequeña que sea
alumbre la esperanza y el amor.

Para mí la Navidad es ir en busca de esa LUZ
por eso, mis deseos para tod@s es que poco a poco tengáis ESA LUZ
que ilumine, que envuelva, y alumbre la VIDA.

¡¡¡FELICES FIESTAS!!!


domingo, 18 de diciembre de 2011

Una tarde fuera del tiempo


No cabían dudas, con ella no había resquicio de incertidumbre, la conocí hace casi un par de años al vuelo; como se conocen las personas por el espacio, igual que al cerrar los ojos, sólo sientes. Así fue como conocí a Emejota, por este universo virtual, en el que son nuestras palabras las nos presentan ante los demás. Cabía la posibilidad de que cada persona se reinventara detrás de un blog, pero eso, se puede hacer unas cuantas veces, pero no durante mucho tiempo. Y en cada entrada la fui conociendo, como a otras personas en este mundo de los blogs. Para mí, siempre será mi madrina bloguera, un referente con el que me identificaba a través de sus historias, porque, la forma de actuar ante algunos hechos la respuesta era similar a la que yo adopté en mis circunstancias de forma intuitiva. Y nos reconocimos sobre los renglones, sobre los párrafos escritos. Curiosa es la forma en que suceden estos conocimientos, cómo llegan en forma de sensaciones a través de la lectura. Pero Emejota no es una novela, ni un libro cerrado al que hay que abrir y comenzar a leer para entrar en la trama de su vida, ella es una mujer que habla de sí misma con la misma naturalidad de la persona que se conoce y se reconoce aunque se pierda en algún momento para volver a encontrar el camino.

Cuando me dijo que pasaría por Jaén para darme un abrazo, no podía creer que algún día pudiera conocerla. En algunas ocasiones, pienso que tal vez mi forma de ser pueda decepcionar a la otra persona que intenta conocerme, pero en seguida se disipa esta duda porque mi forma de ser es la que tengo y no tengo otra de repuesto para ocasiones especiales, cada persona que conozco ya sea en el ámbito que sea, merece mi respeto y como tal seguirá siendo de esa forma. En cambio, la idea de conocerla para mí no albergaba desconfianzas, me sentía segura. Al escucharla por teléfono, su voz sonó como yo la imaginaba. Pero al verla junto a Zola y Vega desde lejos casi no la reconocí, tuve que acercarme para darle un abrazo cuando le vi los ojos a través de las gafas cuando supe que era ella. Me gustó ese aspecto de edad indefinida, su porte de mujer libre y su sonrisa rescatada de una nube, porque en el momento que comenzamos a hablar ella me pareció un paisaje por el que comienza a salir el sol. Y llegó aquella sensación de que no había tiempo entre nosotras, que el tiempo era indeterminado, como el lugar, y la charla, como si esta visita fuera como una burbuja fuera del tiempo. Luego apareció Chelo, mi amiga y paisana del blog Y nacimos casualmente” con la que quise compartir la tarde y la llegada de Emejota. Y pasamos una tarde muy amena, charlando de nuestras cosas, de nuestros blogs, de la vida.

Cuando la despedí para que ella continuara su viaje y marchaba a mi casa, yo permanecía en la misma burbuja fuera del tiempo con un bonito paréntesis de abrazos.

jueves, 15 de diciembre de 2011

El próximo para mí.


"Doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina.

Y el doctor responde: ¿Pues por qué no lo mete en un manicomio? Y el tipo le dice: Lo haría, pero necesito los huevos". Woody Allen.



Durante el día mi hermano Javier estuvo de malhumorado, ya por la tarde, cuando todos estábamos enfrente de la tele y comenzaron los anuncios fue que dijo:

-Mi amigo Luis ha dicho que los Reyes Magos no existen. Que son los papás y si son los papás nunca tendremos estos juguetes que salen en la tele.

-Sí. Es un rollo.- dijo mi hermano Juan –Nos regalan siempre ropa.

Yo en plena pubertad, me resistía a abandonar esa niñez que el tiempo trataba de arrebatarme y hacerme mayor a toda costa, por eso, me aferraba a mis hermanos más pequeños para quedarme un ratito más allí, en ese lugar indefinible de la infancia. Escuchándoles recordé cuando descubrí la verdad sobre los Reyes Magos que, me rozó de puntillas aquella noche al oír un ruido y me levanté para ver si de verdad eran ellos que habían llegado. Como una sombra en la oscuridad aceché en la habitación iluminada y vi a mi padre subido a una silla alcanzando algunos juguetes guardados en lo alto del armario y se los iba dando a mi madre. Para no ser vista y guardar el secreto de mis padres volví a mi cama un poco más adulta que antes. Aquel descubrimiento llegaba ahora también a la vida de mi hermano; para él llegó la caída de los castillos de arena. Y me negué a perder la ilusión o que la perdieramos. Así que dije:

-Tengo una idea. Vamos a jugar a un juego. Como hay muchos anuncios, el próximo que salga será para Javier.

-Y después… yo.- dijo mi hermano José.

Dispuse el orden a seguir y esperamos con ilusión el próximo anuncio. La televisión nos mostró el anuncio de Scalextric, y mi hermano muy contento gritaba: ¡los coches son míos, son míos!!!

Ante aquella respuesta, mi hermano José esperaba el siguiente anuncio con la misma ilusión. ¡Un Madelman! ¡Bien!! Ahora una muñeca de Famosa. Ahora el Tragabolas para Juan.

Estuvimos así unos cuantos minutos. El próximo anuncio es para mí, gritaba mi hermana de cuatro años, que ya se había incorporado al juego. Todos esperábamos con impaciencia el primer anuncio que le tocaba a Eleni. Esta vez en vez de salir un juguete, vimos el anuncio de Scotex, y todos nos reímos.

-Yo no quiero ese anuncio. – musitó mi hermana. Es un anuncio muy feo.

-Pues ese es el que te ha tocado y te tienes que aguantar- sentenció Javier.

Y la niña enfadada se puso a llorar. Como mis hermanos no dejaban de reírse, me acerqué a ella y dije en voz alta:

-En este anuncio, ella se queda con el perrito, no con el papel, ¿te quedas con el perrito, verdad?

Y mi hermanita esbozó una sonrisa como respuesta.

-Sí, el perrito para mí.

-Eso no vale –dijo mi hermano José- el anuncio es de papel higiénico.

-¿Y qué más da?

-Pues, que el perrito lo quiero yo.

- No. Es mío.- El perrito es mío- se defendió la pequeñaja ante su hermano mayor.

-Venga José, que el próximo es el tuyo- le ordené.

Así estuvimos toda la tarde, esperando los anuncios que se colaban entre la película que se hacía interminable, pero que no nos importó. Ya contentos apareció mi madre en el salón al oír nuestras risas.

-Mamá, mamá, todos tenemos un montón de juguetes cada uno!!!! - gritamos todos a la vez.

Y conseguimos soñar como sólo los niños pueden hacer.


sábado, 10 de diciembre de 2011

¿Personaje?

Foto sacada de google

Esa noche, como otras noches mi abuela me había pedido que entrara en la taberna de Manolo para avisar a mi abuelo. Al entrar en el local, el bullicio y el humo me reciben junto a algunas caras conocidas, entre todas busco la más familiar, pero antes, me detengo en el rostro de ese hombre que lleva puesto maquillaje de una forma exagerada, me sorprende ver los restos de esa pasta resbalando por el cuello. Lleva una peluca oxigenada de media melena que le sirve de cortina, pues intenta ocultarse detrás. Lo he visto otras veces y siempre tiene la misma pose frente a la barra, arquea su espalda de forma que parece abrazar su vaso de vino y no mira a nadie. El resto de hombres le hacen el vacío y, esa noche lo presiento más triste y más solo que otros días. Por eso, con la excusa de consultarle al camarero me acerco a él, y le pregunto si no tiene amigos. Él guarda silencio, me mira tratando de averiguar mi edad, y entonces, vuelvo a preguntarle. Y contesta desabrido: déjame en paz, niña. En ese ademán de levantar la mano he podido ver como la base del maquillaje se deslizaba por la cara a causa del bochorno. También percibo un fuerte olor a perfume sudado. Quiero preguntarle por el disfraz, pero percibo que alguien me sujeta el brazo; es mi abuelo que dice de irnos a casa. Una vez fuera del bar, le pregunté a mi abuelo por el hombre de la peluca y contestó en tono seco que era un maricón, por eso nadie hablaba con él. Al llegar a casa, volví a interrogar a mi abuela sobre aquel individuo de peculiar indumentaria y le comenté la tristeza con la que sorbía el vino. Mi abuela lanzó un suspiro y con la voz casi en susurro dijo que, aquel hombre se bebía el dolor porque su madre había muerto.